Esta carta está incompleta, pues no mereces más que el recuerdo de lo feo.
Siempre me sorprendí de las personas que pueden hablar mal de quienes dicen querer o amar. Me tocó a mí, no se lo deseo nadie, ni si quiera a aquel hombre despreciable.
A ella le dijiste que yo era una niñita feminista-chaira con quien no tienes nada en común. Eso es totalmente cierto, pues para ser como tú, se necesita carecer de corazón y humanidad.
Que pequé de inocente, más bien tú pecaste de deshonesto y miserable. Hasta pusiste en riesgo mi salud, lo único cierto fue lo último, pues no me mereces y jamás fuiste digno de mí.
Aunque sé que todo lo que dijiste sólo formo parte de una gran mentira. Incluso me recordaste que podías morir tras operarte, hoy me entero que tu cirugía no era de gravedad.
La gata que tanto amas, tú no la rescataste, ahora entiendo de dónde vino tanta agresividad, eso vino de ti.
Por favor, jamás te vuelvas a aparecer frente a mi puerta, ni mi vida.