Jamás te vi como uno más, hasta hoy.
Creía ser considerada al no decirte todo lo que me molestaba, porque hiciste que sintiera que sólo eran «pequeñeces».
Trataba de ajustarme a ti, jamás pude meter más que un pie dentro de tu vida.
Traté de hacerme pequeña y conformarme, no pude y por eso me fui.
Estás tan acostumbrado a no tener que ceder, en tu casa se hace lo que tú dices y todo se te concede.
Traté de hacer lo mismo, porque era más sencillo, pero sólo terminaba triste y llorando.
No fue sencillo, pero te aprendí.
Entendí que no estabas dispuesto a cambiar lo que considerabas pequeñeces.
Para mí nunca se sintieron como pequeñeces.
Nunca me defendiste delante de las «bromas» de tu familia, ni si quiera tú les has has dejado claro cuales son tus límites, tomas un lugar que no te corresponde.
Dices preocuparte por las personas, pero es tan sólo la máscara que juegas para poder manipular a quienes estamos cerca de ti, porque también te manipulan.
¿Te amé? Sí, decidí hacerlo, pero ya no más.
No mereces un amor bonito como el mío.